viernes, 5 de octubre de 2012


Bachata y luz en el eco

Juan Luis Guerra & 4:40 de Darío Tejeda. 

     
    Por la percepción de que, como cerraba la historia de 440 apenas lanzado Areíto -a finales del 92, sería un documento incompleto y de menor trascendencia, tuve el libro durante medio año, sin leerlo. Sólo lo empecé a hojear, sin la intención de terminarlo, pero lo encontré tan cierto y tan expresivo que me atrapó y así lo acabé en un par de días: lo afirma la tapa trasera, «este libro es indispensable para conocer a ese ser humano llamado Juan Luis Guerra». Yo quería conocerle.
     Tejeda devela cada uno de los sucesos que dieron forma al sonido y carácter de JLG y 440, pero no deja que se pierda su escritura en un mero ejercicio recopilativo: lo hace de una manera exquisita, con elocuencia, con la curiosa riqueza de lenguaje que existe en República Dominicana y que Tejeda posee en cantidad -tengo la fortuna de conocerle. Y ocurre en DT, recursiva, una característica que él mismo narra en el libro: cómo se puede conocer mejor a una persona a través de otra (plasma una ocasión en que JLG no pudo atender a unos empresarios y Freddy Ginebra -un amigo- terminó recibiendo a estos y encantándolos con sus pláticas sobre el artista, más de lo que se hubieran encantado con el mismo JLG).
     Es impactante ver cómo la vida de Juan Luis fue moldeada por los hechos infames que ocurrieron en la isla: ver cómo su Padre, Gilberto Guerra, quedó paranoico por la persecución trujillista; ver cómo su familia se tuvo que cambiar de casa durante la invasión americana de los sesentas. Y es revelador en el sentido que deja ver una sensibilidad ante estas tragedias en la lírica de JLG, como en Si de aquí saliera petróleo, el costo de la vida, ojalá que llueva café, Elena...
    DT dibuja a Juan Luis andando en bicicleta por todos lados, jugando basquetbol, intentando visitar a caciques indígenas (para un dominicano es rarísimo ver a un indio, como si salieran de un libro de la colonia), formando grupos de rock en la adolescencia; lo hace ver tan humano y tan sencillo como JLG quisiera que se le considerara. Tejeda desentraña tantos misterios de la música de JLG: delata la afición por la literatura y cómo permearon sus canciones Neruda (bachata rosa), García Lorca (frío frío y amor de conuco) y Cortázar (burbujas de amor); cómo nació de un canto folkórico como abeja al panal; la pasión por la música desde el Gran Combo y Willie Colón hasta Led Zeppelin y Pat Metheny; cómo una hepatitis se transformó en el merengue más bailado en la historia en el mundo (la bilirrubina; luego un envenenamiento marisquero podría haberle provocado el beso de la ciguatera, pero eso forma parte de la historia después de este libro). «Las cosas cotidianas son las cosas nuevas para el mundo».
    Viviendo en un país pequeño, quizá parezca natural que JLG fuera criado un tiempo por la sobrina de Pedro Henríquez Ureña y que se puedan trazar nexos, a través de sus amistades, con las Hermanas Mirabal; no se puede dejar a la obviedad que haya compartido talentos con otros dominicanos como Michel Camilo, Sonia Silvestre, Manuel Tejada, Víctor Víctor, Chichí Peralta, Mariela Mercado, Milagros Taveras, Guarionex Aquino... pues en la isla existe un espíritu de hermandad musical que no se encuentra en todo lugar.
    También me dio mucho gusto ver reflejos de México en el libro: el padre de JLG disfrutaba de oir a Agustín Lara (mayor el gusto si es de Veracruz); JLG escuchaba a Carlos Santana. También sentí vergüenza al leer un conflicto que tuvo con televisa. Pero me sirvió para conservar y reforzar la imagen de integridad que siempre he tenido de JLG, quien dijo que “no tengo por qué pedirle perdón a televisa”, y en otra ocasión “no quiero que se me ligue con esos artistas que no van a Cuba por tratar de no perder una plaza” (la de Miami).
    La denuncia tierna, la dulce anarquía, eran las cualidades de JLG. Escribe DT:
El traumatismo de Latinoamérica, las asimetrías sociales, las tentaciones de la muerte a cada paso, los conflictos epidémicos que ciegan el entendimiento, el temor, la violencia, la tragedia cotidiana convertida en canto, se revela en Juan Luis Guerra Como búsqueda de universalidad.
    Quise, desde que abrí el libro, intensamente, que incluyera notas sobre la colaboración con el africano Diblo Dibalá (el costo de la vida) la cual se intensificó en Fogaraté. Sí, siguieron muchos discos, cada uno distinto, novedoso; pero 440 ya estaba fraguado y JLG ya tenía las tripas llenas de nubes cuando nació un canto bajo la tierra. Gracias Darío por tu libro.
E. Lagunes
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bachata y luz en el eco por Elio Lagunes se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 3.0 Unported.

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