martes, 26 de marzo de 2013

¿Cómo se llama aquí? sobre la toponimia mexicana




"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre"
Juan Rulfo, Pedro Páramo
A diferencia de los nombres de las cosas, que atrapan para uno las esencias y los arquetipos que nos servirán para toda iteración -de un lobo a todos los lobos, los nombres de los lugares parecen segundos nombres propios (dejemos a da Vinci o von Rotterdam), son palabras que suelen replicar a los habitantes que las escogieron (en oposición al nombre de pila), que transmiten su forma de ver al universo, su cosmogonía -como México significa "en el ombligo de la luna" y nos transmite a una raza de leyendas y poesía, y esto así sean nombres cómicos o ingeniosos, nos dicen algo de los antiguos pobladores y de la historia.
Aquí se llama Cinco Palos
   Aquí mismo, en México tenemos algo así como una lotería de nombres que a todo el mundo sorprende. Por eso me puse a navegar por las 199,391 localidades que están en la base de datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) en la versión del año 2000, aprovechando las bondades de las consultas SQL, buscando topónimos que me resultaran interesantes. Aquí están los resultados de la exploración:

   La adoración por el terruño se manifiesta en nombres como El Cielo, del cual hay franquicias en todos los estados, además de las variaciones celestes como Boca del Cielo, Cumbre del Cielo, Cielo Paraíso... Uno curioso es El Paraíso del Oso, en Urique, Chih. Por el contrario, en el país hay la casi Dantesca cantidad de ocho poblaciones llamadas El Infierno, así como dos Rancho El Infierno, una Joya del Infierno y un poblado registrado como Los Ángeles del Infierno. Por otra parte, el componente topónimo del Diablo es muy popular para nombres de rasgos hidro y orográficos, así como carreteros: Balcón, Arroyo, Cañada, Cañón, Corral, Curva, Rincón, Espinazo, Loma, Mesa, Retorno... todos Del Diablo, por todo el territorio. Hay dos asentamientos enigmáticos llamados Pobre Diablo, pareciera que fue alguien del poblado vecino el que les dio el nombre.

    Algunas poblaciones tienen nombres inspirados en la literatura: hay en el país seis Macondo, en donde presumiblemente no queda nadie de la dinastía Buendía: en San José Chiapa, Puebla;  en Tierra Blanca, Veracruz; en La Trinitaria, y Villaflores Chiapas; el más grande de todos en Villa Corzo, también Chiapas, con 42 habs; así como en los municipios neoleoninos de Cadereyta y Mina. Si muy probablemente los Macondo deben su nombre a García Márquez, quizá no se puedan trazar relaciones con Onetti en las docenas de Santa Marías dispersas por México. Tenemos también a El Quijote en Coahuila y Suave Patria en Zacatecas. Además del Comala que sirvió de inspiración a Rulfo, en Colima, hay otros en Oaxaca, Puebla, Hidalgo, Jalisco y Michoacán. En Colima además hay un Chandiablo, que tiene un nombre muy Rulfesco, o quizá Zepediano.

    Entre nombres de criaturas míticas tenemos El Vampiro, (Casas, Tam.); El Chupacabras, (Balancán, Tab.); El Chaneque, (Suchiate, Chis.; Zirándaro, Gro, y Santiago Tuxtla, Ver). La Llorona hay en seis estados.

    En los 18.3° Latitud Norte, 89.45° Longitud Oeste, hay una sucursal del Polo Norte, Municipio de Calakmul, en Campeche, el estado que visitó Lemuel Gulliver.

    Nombres con poca elegancia -esperemos que no afecte al turismo- tenemos Cerro La Basura y Plan de Basura, (Mazatlán y Huautla, Oax.), además de San Antonio de Las Basuras, en Durango, Dgo. Otros, regados por todo el territorio mexicano, son Isla de los Puercos, Laguna del Puerco, Mata Puerco, Ojo Puerco, Peje Puerco, Arroyo Puerco, Cerrito de los Puercos, Chiquero de los Puercos,

    39 habitantes viven en La Porquería, Mpio. de Degollado, Jalisco.

    De nombres que uno no diría en público están El Chingadazo, (Buenavista, Mich); La Chingada, (Perote, Ver); Chinguerito, (Chilpancingo, Gro.); los pobladores tuvieron a bien ponerle Las Pompas a distintos asentamientos en Guanajuato, Chihuahua, Michoacán y Jalisco. En Mezquital, Dgo. y La Yesca, Nay. pueden visitar Las Chichis.

¿Y aquí, cómo se llama?

   A esta pregunta, los pobladores de varias localidades darán respuestas confusas, que harán forzosa la repetición de la pregunta y la respuesta, entre ellas:
104 personas viven en Quién Sabe, Mpio de Tapachula, Chiapas (cómo habrán hecho los lugareños para dar a entender a los del INEGI que ese era el nombre del lugar, y no que lo ignoraban)
A Dónde es una localidad de La Paz, BCS.
Si los mandan A La Vuelta, puede que los manden a la localidad que se encuentra en el Mpio. Teolocholco, Tlax.
Más allá de las calles sin nombre de Willie Colón, la localidad Sin Nombre tiene 14 habitantes en Casas Grandes, Chih. Y la Innominada alberga a 16 personas en Tapachula, Chis.
Para perderse, El Laberinto hay en 9 estados.

Hay quien vive en El Muerto, Urique, Chih.

    En el INEGI también apuntan los nombres alternativos entre paréntesis, unos muy curiosos, por la contradicción con el principal, son: La Florida (Charco Puerco) en Mazatlán, Linda Vista (Loma del Diablo) en Oax. y El Edén (Rincón del Diablo) en Chihuahua, Chih.

    Uno de importación: Siberia hay en Chis, Chih, EdoMex, Mich, NL, Sonora; hay varias en altitudes mayores a 2,300, que probablemente sean frías, pero llamarlas como aquella en Rusia es una exageración, sin duda.

    Para los niños, están El Trompo, El Rehilete, El Yoyo, La Matatena, El Tambor, La Trompeta, La Pelota.


   ¿Por qué se llamarán así El Desengaño e Ilusiones, Ver. o La Arrepentida, Chis.?

   Me despido con esta de Cereijido: «Una palabra cobra cierto significado por cualquiera de los usos, razones, derroteros y hasta malentendidos que le dan existencia» Y así es también con los nombres de los lugares: los topónimos.

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¿Cómo se llama aquí? Sobre la toponimia mexicana por Elio G. Lagunes se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 Unported.

martes, 12 de marzo de 2013

¿Dónde nos buscamos?: Nuestra música y unas líneas sobre Arnulfo Romero

Bien había denunciado Henríquez-Ureña el «afán europeizante» -aquel que busca importar los modelos de Europa- de este Nuevo Continente en su serie de ensayos La Utopía de América (1925). Lo poco que ha cambiado esta situación desde entonces apenas nos sorprende, y no lo decimos a nivel de la gente, del pueblo creador, sino de los "intelectuales" que dicen representarnos ante el resto del orbe. Alfonso Reyes, otro ateneísta como Henríquez, condenó en su momento la «teoría centrípeta» de que «una patria se debe modelar por sus contornos y no nacer de sus propias entrañas». Hoy vuelvo a esta discusión, que ahora me provocó la lectura de América Latina en su Música, un libro editado por la UNESCO y Siglo XXI.
    Después de leer el prefacio, fui a navegar por el índice de nombres, como quien llega a una fiesta y primero busca a sus amigos. No estaba Lara (1897-1970). No estaba Tito Puente (1923-2000). No vi a Discépolo (1901-1951). Faltaron tantos... Me pregunté cómo habían podido obviar a Lara. Los que sí estaban eran los no-tan-latinoamericanos Xenakis, Alban Berg, Haubenstock, Penderecki, Sibelius... Más tarde llegaron y se fueron -esto es, en unas breves líneas- Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, Soledad Bravo y Chico Buarque. Creí que me había equivocado de fiesta, pero en las invitaciones decía claramente "América Latina". Y no es que no me gusten los contemporáneos europeos, solo que este era otro libro, otra fiesta, y no encontré a los anfitriones.
   Ya sabía como son nuestros preclaros, así que se me hizo normal, que en lugar de hablar de lo que anunciaba el libro, llenaran las líneas con nombres exóticos europeos. (Aquí basta saberse dos docenas de nombres con sky, berg, ausen, bert, ini o ensen para nombrarse intelectual). Uno de los 16 eruditos, con tinta del corazón, escribió:
   El Nuevo Mundo, por factores diversos [...] tuvo siempre gran dificultad en hacer que Europa reconociera sus valores musicales.
   Aunque mucho más difícil ha sido que se reconozcan esos mismos valores en la América Latina (¿Y Asia, y África, y Oceanía?). He de admitir que Alejo Carpentier en su participación dentro de este libro hizo valer la pena la compra. Los otros 15... como si sí como si no.
   Esa obsesiva búsqueda del reconocimiento europeo me trajo a la memoria un triste capítulo: Arnulfo Romero, durante una de tantas guerras salvadoreñas, a finales de los 70 fue al Vaticano, a pedir una audiencia con Juan Pablo II. Después de mendigar durante meses la visita el Papa lo recibió, fugazmente. Pero no lo quiso escuchar. En fin, más de 30 años después los salvadoreños están esperanzados en que reciba la canonización, por parte de aquellos que en el momento más amargo les negaron la atención. Rubén Blades, el cantante panameño, plasmó la historia de Monseñor Romero en su emotiva canción El padre Antonio y su monaguillo Andrés.


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